viernes, 3 de julio de 2015

La verdadera historia del “Corrido de Chuy y Mauricio” alejado de la realidad

Mazatlán, Sinaloa.- "Fue en un carro de la Chrysler, un automóvil 300...", dice parte del "Corrido de Chuy y Mauricio", dos jóvenes que fueron asesinados en Estados Unidos.

Hoy, su pueblo natal, El Chilar, San Ignacio, es famoso por el sonado tema. Ellos nunca pensaron que el 8 de agosto de 2003, en Paramount, California, sus vidas terminarían a balazos.

"Otra tumba en San Ignacio y dos familias llorando, faltan dos admiradores a Los Canelos de Durango, que en bromas y borracheras Álvaro los ha extrañado..."

La familia niega que lo que se canta sea verdad, y sobre todo, que estén liberados de la pobreza.

Este es el primer corrido compuesto y cantado por el grupo Los Canelos de Durango, el cual sonó, pero con poca aceptación. Fue hasta que el intérprete "El Potro de Sinaloa" lo cantó que adquirió fama y se convirtió en un exitazo. Hoy sus corridos son cantados por muchos, sobre todo cuando se encuentran tomando alcohol.

La realidad. Consuelo González Peña, quién ya falleció, era madre de Chuy, y su padre, Francisco Reyes Sánchez, rompió el silencio en una entrevista realizada.

La verdad.

Chuy partió a Estados Unidos cuando tenía 17 años y murió a los 22. "Todo es una vil mentira", señala el padre de Jesús, ya que nada se asemeja a la realidad.

Ante esto, su madre señaló en 2008: "Los que cantan solo vieron su beneficio y nosotros, que somos los padres de Jesús, siempre vivimos en la pobreza".

El padre de Chuy añadió que las películas en las que supuestamente relatan parte de su vida, señalando que los empresarios, al igual que los artistas, solo se llenan las bolsas de dinero y lo único que venden a la gente son mentiras.

Estas fueron las palabras de Consuelo González Peña cuando aún vivía:

"Nosotros nunca hemos visto las películas porque nos han dicho que solo se dicen groserías, además de que no reflejan la realidad de las cosas. Para haber hecho una película de la vida de mi hijo y de Mauricio debieron haber venido con nosotros, pues, ¿quién más que sus padres para conocer la verdadera historia? Se aprovechan de la ignorancia de nosotros para manchar su recuerdo, son unos embusteros que solo quieren dinero".

Esta es la casa donde vivía Chuy en el rancho El Chilar Foto Yolanda Tenorio/ EL DEBATE

"Nunca se me han arrimado, la casa en la que vivo es prestada, mi marido y mi hijo no tienen trabajo, y conste que los corridos los han hecho famosos. Estos se escuchan hasta en los celulares y en ocasiones cuando ando en la calle me toca escucharlos en las casas, en los carros, en todas partes, y se me hace un nudo en la garganta."

La migración.

Señaló que Mauricio González García era hijo de uno de sus hermanos. "Lo crié; a él lo dejó su madre. Se fue muy chico al otro lado porque allá está su padre, él allá quedó sepultado."

Entre llantos relata cómo fue que Chuy decidió irse al otro lado. "Esto sucedió con la venida de Bonifacio González, un pariente, a San Ignacio. Me lo alborotó, le dijo que allá iba a ganar dinero, le dijo que se fuera a la frontera y que él le iba a pagar al 'coyote'... nada más me lo alborotó y al final no le cumplió. Mi hijo sufrió mucho para pasar".

"Me dijo un día antes: 'Mamá, me quiero ir de aquí. Quiero ir a buscarle a la vida. Aquí sólo hay pobreza, ya ve que nos venimos de El Chilar, allá menos hay futuro. Sembrando frijol, maíz, cuidando las vaquitas nunca la vamos a hacer, me voy a ir para que nada le haga falta. Le voy a mandar dinero, se lo prometo'".

Antes de irse pidió prestados mil 500 pesos a su padre, y con todas las fuerzas que le permitió el momento del adiós abandonó su pueblo para nunca volver. Doña Consuelo cayó en cama por tres días, hasta que recibió la llamada de su hijo, que ya estaba en California.

En esta, Chuy le dijo: "Cuídese, no se me olvida mi promesa de trabajar para mandarle dinero, ya sabe que para eso me vine".

Al trabajo duro estaba acostumbrado, contó su madre, pues en El Chilar era como todos, puro trabajar bajo el sol, campeando las reses, sembrando frijol y maíz.

"Chuy tenía solo 15 años cuando nos venimos. Aquí sólo duró dos años viviendo."

Los padres de Chuy dejaron San Ignacio para vivir en El Chilar, que ahora se encuentra en el total abandono y las casas se observan enmontadas.

El día que le llegó la muerte.

"Según me contaron, ese día que le dieron muerte llegaron a la casa Álvaro y Mauricio. Ahí estaba mi hijo Juanito y otro de sus primos. Dicen que primero invitó a Juanito a que lo acompañara a un negocio y este le dijo que estaba cansado. Después invitó al otro primo y tampoco quiso ir. Fue cuando invitó a Chuy, y este al principio se negó, ya que acababa de echar un piso en la casa de Álvaro y estaba muy cansado, pero al final accedió.

"Después se fueron. Mauricio iba manejando, él era el de la droga, al menos eso es lo que yo sé, pero a lo que nosotros sabemos, los hijos de Mauricio (los cuates) platicaron que en alguna parte estos traían dinero producto de la entrega de la droga y alguien los escuchó, y fue cuando este les pidió 'raite' para matarlos y quedarse con el dinero, pero nunca se supo quién había sido."

El desenlace.

Álvaro fue el que le dio aviso. "Dijo lo que había pasado. Realizó todos los trámites para que me lo mandaran. Quince días duró el traslado. Esos días fueron para mí una eternidad. Al final fuimos a recogerlo al aeropuerto de Mazatlán, lo velamos aquí en San Ignacio, y pues ya descansa en el panteón municipal."

El automóvil 300 del corrido supuestamente era de Chuy y que este lo estaba pagando, pero ella dice que no se "come" esa versión, "era mucho carro para él".

Lo único que le enviaron de él fueron sus cobijas, algo de ropa, un par de sábanas, una almohada y un reloj. La cadena de oro que trae puesta en la fotografía se la quedó Álvaro. "Él me dijo que si me la mandaba o que si prefería que se quedara con ella como recuerdo, y yo le dije que se la quedara ya 
En cuanto a Mauricio, comentó que este era el nieto más consentido de su padre. También dijo que estaba por casarse con una mujer de Sonora. "Para eso me mandó pedir que le sacara su acta de nacimiento y su fe de bautismo, que aún conservo, pues ya no vino por ellas. Creo que a ella le quedó un hijo."

El último contacto.

Por último, recordó la última conversación que tuvo con su hijo, que fue días antes de su muerte, pues él pensaba regresar en diciembre de ese mismo año a festejar su cumpleaños, que era el 25. "Mamá, ya quiero ir a verla. La extraño. Quiero pasar unos días con ustedes. Ya ve que no tengo papeles, pero me voy a arriesgar. Quiero que me compre un puerquito y que mi papá vaya a El Chilar a traerme camarones, vamos a hacer una fiesta, quiero que estemos todos juntos":

Y así fue, relata su padre. "Me fui al pueblo y le traje sus camarones, se los guardé en el refrigerador. También teníamos listo el puerquito, pues él quería hacer una gran fiesta, pero ya no pudo ser pues me lo mataron, me lo mandaron en un cajón."

La letra del corrido de Chuy y Mauricio

Fue en un carro de la Chrysler, un automóvil 300, se subieron Chuy y Mauricio, felices y muy contentos, cómo iban a imaginarse que los bajarían ya muertos.

Fueron 400 libras de mota que habían soltado, jugaban con el destino, miren cómo les pagaron, le dieron raite al contrario y les pagó con balazos.

En el asiento de atrás va la muerte planeando quedarse con el dinero y decidió asesinarlos. Chuy quedó al lado derecho y Mauricio al otro lado.

Otra tumba en San Ignacio y dos familias llorando, faltan dos admiradores a Canelos de Durango que en bromas y borracheras Álvaro los ha extrañado. Rancho El Chilar, Sinaloa, ya no volverás a verlos, que toquen vida mafiosa el grupo de Los Canelos, si en vida fuimos alegres, brindemos por los recuerdos."

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