sábado, 16 de agosto de 2014

Entre el narco ?y el hartazgo

El cártel de la comandante Brenda (Editorial Selector) no es un libro de narcotraficantes solamente. Es una novela de la decepción política.

Sobre el hartazgo que ya producen -hasta en los mismos izquierdistas- las viejas ideas radicales que guiaron a generaciones de latinoamericanos durante el siglo XX y que no redimieron a los pobres. La historia de la comandante Brenda, escrita por Ricardo Pacheco Colín (colaborador de esta sección).

Es sobre una mujer que perteneció al Frente Sandinista de Liberación Nacional y que se convierte en narcotraficante porque quedó atrapada en una red de intrigas. Brenda se pasó al narcotrafico al escapar de Nicaragua a México, acosada por la CIA y por sus ex compañeros.

Así que ésta es, en el fondo, una historia de frustración, "la máxima tragedia humana", dice Ricardo, a quien nuestros lectores conocen por sus escritos sobre ópera y, por lo tanto, como alguien que sabe de dramas y tragedias.

Ricardo Pacheco ha recorrido los caminos y cañadas donde suceden las aventuras de la comandante Brenda, ubicadas entre 1990 y 1994, en las selvas de Chiapas y Guatemala, en medio de los problemas del narco y de las relaciones inconfesables entre sus protagonistas: los narcos y los políticos de todos los niveles.

Brenda leyó a Marx, a Lenin, al Ché y se los aprendió de memoria en largas horas de adoctrinamiento en la Montaña de Nicaragua. Ella, con los ojos cerrados, sabe armar y desarmar un fusil AR 15. Sabe cómo poner bombas, volar puentes, preparar una emboscada... Pero con eso no la contratan en ninguna parte, ni siquiera para llevar la correspondencia.

La llaman la Marota, porque su guerra se mezcla con leyendas indígenas de la zona, que hablan de mujeres asesinas, de demonios femeninos como la Siguanaba, la Patasola, la Xtabay, que aniquilan a los hombres en los caminos.

La comandante primero mata por ideología, luego por motivos políticos y, por último -al incorporarse a un cártel mexicano de la droga-, mata porque le pagan, porque le da la gana y porque no sabe otra cosa qué hacer.

Ella misma lo dice -lo grita—, pertenece a la generación del "me vale": "Me vale que los jóvenes se envicien con la droga, que la gente no tenga qué comer y que el país esté dominado por los extranjeros". Es la generación MV. Una tragedia dentro de la tragedia.

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