miércoles, 16 de julio de 2014

Niños migrantes: historia de dolor, sufrimiento y muerte

Para hablarles de algo que nos llena de espinas las manos. Las palabras de Rómulo Emiliani, obispo auxiliar de San Pedro Sula, Honduras, lo dice todo: "Parece que estamos en guerra.

Este éxodo de niños y de desplazados se da solo en las guerras. El hambre mata. El desempleo aniquila la esperanza y provoca también delincuencia. Es un marco existencial realmente diabólico".Los gobiernos son rebasados, la indiferencia ha sido demasiada.

La violencia, el hambre, la desesperanza los expulsa de su tierra, no se van porque quieren el "hambre no se aguanta", me dijo alguna vez un migrante guatemalteco. Tan crítica es su situación que se aventuran y prefieren arriesgarse a morir a manos de los "maras", de la "bestia" o de algún corrupto del Instituto Nacional de Migración.

Los niños migrantes arrastran testimonios de dolor. Se exilian para traer comida, para reunirse con sus familiares, para salir del infierno a que los han condenado gobiernos incapaces de crear empleos, de brindar esperanza. Los niños migrantes son autores del poema el "destierro del hambre", aún no escrito pero miles y miles de veces sufrido, llorado, desolado. Dictadura inhumana, cruel, despiadada es la que provoca el hambre, y su exilio. Martirio que no es posible expresar con palabras.

Mujeres jóvenes, casi niñas, que se venden por hambre. Es la orfandad elevada a la potencia de lo inhumano la que las avienta al arrabal, a los congales, a los prostíbulos que hay por doquier.

Roque Daltón, poeta salvadoreño, lanzó a las generosas manos del tiempo, su poema que lo hace andar entre los suyos:
Los que ampliaron el Canal de Panamá

(y fueron clasificados como "silver roll," y no como "gold roll"),

los que repararon la flota del Pacífico en las bases de California, los que se pudrieron en las cárceles de Guatemala, México, Honduras, Nicaragua, por ladrones, por contrabandistas, por estafadores, por hambrientos, los siempre sospechosos de todo
"me permito remitirle al interfecto por esquinero sospechoso y con el agravante de ser salvadoreño"), las que llenaron los bares y los burdeles de todos los puertos y las capitales de la zona("La gruta azul," "El Calzoncito," "Happyland"), los sembradores de maíz en plena selva extranjera, los reyes de la página roja, los que nunca sabe nadie de dónde son, los mejores artesanos del mundo, los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera, los que murieron de paludismo o de las picadas del escorpión o la barba amarilla en el infierno de las bananeras, los que lloraron borrachos por el himno nacional bajo el ciclón del pacífico o la nieve del norte, los arrimados, los mendigos, los marihuaneros, los guanacos hijos de la gran puta, los que apenitas pudieron regresar, los que tuvieron un poco más de suerte, los eternos indocumentados, los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo, los primeros en sacar el cuchillo, los tristes más tristes del mundo, mis compatriotas, mis hermanos.

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